martes, 17 de agosto de 2010

CONEXIONES. UN DIARIO DESORDENADO DE PARÍS EN TRES ACTOS.


ACTO II

CUALQUIER TIEMPO PASADO ¿FUE MEJOR?

Vuelvo a Vila Matas (lo había desechado después de aburrirme con “Dublinesca”). Me atrevo con Borges. Releo a Kafka. Retomo a Pavese. Me remueve Kundera.

Todos conspiran para romper cualquier teoría sobre la emoción que sentí por primera vez al ver la Victoria de Samotracia. Coleccionaba con avidez el primer recuerdo. Imponente. Maravilloso. Pensaba que al verla el mundo dejó de existir. Pensaba que permanecería intacto el primer recuerdo.

Cuenta Vila Matas en "París no se acaba nunca" que Borges escuchó a su padre decir algo muy triste sobre la memoria: “Cada vez que recuerdo algo, no lo estoy recordando realmente, sino que estoy recordando la última vez que lo recordé”.

Quizás sea lo único que conservo de aquel encuentro. El recuerdo de la última vez que lo pensé (el de hace un instante, el de ahora) y el de las plataformas de diez centímetros con las que ascendí hasta encontrarla.

La dama del Louvre. Allí estaba. Sublime. Decisiva.

Dice Kundera que “la carga más pesada nos destroza” y “que la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes”.

La Niké pesa. Pesa mucho. Pesa en su presencia y en el recuerdo. Sin embargo yo…

Mariposas. Quiero mariposas. Flotar. Desplazarme en el tiempo fuera del tiempo. Desordenado, inconexo, voluble.

Tal vez.

Tal vez sea verdad y “el pasado sólo sea un conjunto de recuerdos muy precarios, nunca verdaderos” (Vila Matas). Tal vez no conduzca a nada llenar un montón de libros fetiche, marcar las páginas con fechas y horas y dibujar gente en la playa si estoy en la playa.

Tal vez pese demasiado volver a la Victoria de Samotracia.

¿El peso o la levedad?

¿Debería prescindir del peso de sus alas, del muslo que se adelanta, de su vientre marcado, de sus pesados pechos?

Tiemblo.

Me tiembla el pulso en los ojos ondulados como su vestido, serpentinos como su recuerdo.

Retomo a Pavese: “Sólo las cosas recordadas son verdaderas”. Cierro los ojos para regresarla. También aparece la Venus de Milo.




Recuerdo haber visto a la Venus de Milo en unos ojos negros. Hace años. Unos ojos troquelados de deseo. Recuerdo el peso de los ojos que la miraban entonces. Que me miraban.

También persigo ese recuerdo.

Pasamos la noche recordando la cadencia de su cuerpo desnudo. Dibujaba su cadencia en el mío y repetía que yo era más bella (quizás no fuese mentira, quizás fui tan bella como él me quiso).

También volví a "Amenofis IV" (recordé haber leído algún fragmento del “Amargo don de la belleza” que entonces me gustó. Ahora me resulta pequeño).

Al "Escriba sentado" (tenso siempre, con sus ojos de ébano mirando hacia el infinito).

Al "Suplicio de Marsyas" (tan erótico, tan bello).

A las esculturas sin nombre del “Marché aux puces”, repleto de dioses abandonados



A la Gioconda, no.

La Gioconda estaba en las escaleras.

Centro Pompidou. Metz.

También recordé que Marat había muerto.


Jerôme. "Jean Paul Marat asesinado en su bañera, 13 de julio de 1793". 1800.

Centro Pompidou. Metz.

Que Ingres era un gran dibujante.

Que me gustan los culos. Que te gustan los culos.

Raoul Hausmann. 1931-34. Centro Pompidou. Metz.

Que me emocionan las gramolas.


Martial Raysse. "Raysse beach". 1936. Centro Pompidou. Metz.

La caligrafía de Proust.


Las rayuelas de Cortázar.


El amor (existencial) de Sartre y Beauvoir.

“Trabajaremos mucho, pero llevaremos apasionadas vidas de libertad”.

Brancusi buscando la belleza. Pura, espiritual. El maestro de todas las abstracciones que vinieron después.

"La simplicidad no es un fin en el arte, pero generalmente alcanzamos la simplicidad cuando nos acercamos al verdadero sentido de las cosas".



Brancusi. Princesa X. 1915-1916. Centro Pompidou. Metz.

Las hojas pajizas de los libros viejos. Su olor oscuro, macerado, negro.




“Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontrose en su cama convertido en un monstruoso insecto. Hallábase echado sobre el duro caparazón de su espalda, y, al alzar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por curvadas callosidades, cuya prominencia apenas si podía aguantar la colcha, que estaba visiblemente a punto de escurrirse hasta el suelo. Innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia”

“La metamorfosis”. Franz Kafka.

¿Alguien puede ayudarme?

¿El peso o la levedad?


sábado, 14 de agosto de 2010

CONEXIONES. UN DIARIO DESORDENADO DE PARÍS EN TRES ACTOS.

ACTO I

JE SUIS UN HOMME. JE SUIS UNE FEMME.

Desde hace algún tiempo me siento como un animal (a veces lo entiendo, a veces no).

http://www.youtube.com/watch?v=WS2SY2vReyk

Debería haber comenzado por disculparme pero no pienso hacerlo. No pretendo hacer una crónica, un texto legible, algo para recordar. Así que si el desorden le disgusta, cierre la ventanita y abra las noticias del día (también puede entretenerse en Facebook o, mejor todavía, reenviar uno de esos fordwards a su lista prefabricada de “contactos especiales” para calmar su “conciencia cibernética”).

No. No soy ordenada. Nunca lo he sido. Tampoco he conseguido con ello alcanzar el estilo despierto, espontáneo, súbito y desnudo de Stendhal. Es más bien que todo me da vueltas en la cabeza y yo sólo alcanzo a cazar algunas mariposas.

“Soudainement, j’ai eu le sentiment que tous les événements existaient simultanéament en moi. Le temps devenais horizontal et circulaire” dijo mi querido Giacometti.

En París.

Allí estaba él, el gran Giacometti, para recordarme quien soy, para gritarme con sus figuras descarnadas que soy un hombre (y me siento como un maldito animal).

También dijo: “Je m’étais rendu compte que je ne peux jamais faire qu’une femme immobile et un homme qui marche. Une femme, je la fais immobile et l’homme je le fais toujours marchant”.

Giacometti. "Un homme qui marche". Jardin des Plantes. París.

Giacometti en su estudio fotografiado por Cartier Bresson.

Giacometti. "Une femme". Centro Pompidou. París.

Giacometti. "Une femme". Centro Pompidou. Metz.

Durante muchos años fui mujer (esperé en casa a que llegaran los otros; como Penélope). Inmóvil, solitaria (las nubes pasando, las estaciones, los viajeros, los esfumados).

Tan quieta como una koré del Louvre.

Hera de Samos. 570 a. C. Museo del Louvre.

Mi parálisis me llevó a ser incluso modelo de nyotaimori.

Pero soy un hombre, Giacometti me recordó que soy un hombre, “un homme qui marche”, que necesita avanzar.

Cuando compré aquella obra en Montparnasse a Mme. Joëlle no sabía por qué lo había hecho.

La leyenda escrita bajo los pies dice: “Ce que je fais là, je ne sais pas, je voulais juste marcher tout droit”.

Entonces no sabía que también soy esa silueta recortada, olvidadiza.

A veces tengo lagunas. De repente todo es negro y no recuerdo nada (un gran paréntesis). Me asusto cuando regreso, mientras no. Sólo sé que debo continuar. Por eso también compré aquel libro.

Tengo un amigo escapista con una vida portátil (pequeño, frágil, romántico y cursi, a veces). Las cortinas de su casa berlinesa eran de papel. Tengo un amigo viajero que sueña con viajar.

Yo también sueño. ¿Podrían mis collares viajar en una maleta?

Je suis un homme qui marche.

La Duras también es un hombre. Nunca esperó. A nadie.

Cuando fui a visitarla le llevé flores. Estaba preparada para que en cualquier momento rompiese la tumba, cogiese el cigarro que le dejaron en la maceta y me tirase las rosas a la cara. También para que se riese del acento lastimero con el que leí varios fragmentos de su gran obra, L’amant.


Cementerio de Montparnasse. París.

Ella dijo:

“Las partidas. Siempre las mismas partidas. Siempre las primeras partidas por mar. Separarse de la tierra siempre se había hecho con el mismo dolor y el mismo desespero, pero eso nunca había impedido partir a los hombres (…) las mujeres nunca partían, se quedaban para preservar la tierra natal, la raza, los bienes, la razón de ser de su entorno”.

Je suis un homme qui marche. Yo no quiero preservar la tierra natal ni la raza ni nos bienes ni la razón de ser de mi entorno. No.

También dijo:

“Parezco lo que quiero parecer, incluso hermosa si es eso lo que quieren que sea (…). Sé algo. Sé que no son los vestidos lo que hacen a las mujeres más o menos hermosas, ni los tratamientos de belleza, ni el precio de los potingues, ni la rareza, el precio de los atavíos. Sé que el problema está en otra parte. No sé dónde. Sólo sé que no está donde las mujeres creen. (…) No hacen nada, sólo se reservan (...) Ellas esperan. Se visten para nada. Se contemplan. (…) Ese faltar de las mujeres a sí mismas ejercido por ellas mismas siempre lo he considerado un error”.

Margarite Duras también es un hombre. Nunca esperó. A nadie.

Fui a Metz y me enamoré de una mujer. De su silueta. Me enamoré en el Pompidou de Metz de la sombra de una mujer proyectada sobre una obra de Warhol.

No le vi la cara. Me enamoré de aquella mujer por su melena larga rizada y morena proyectada sobre la obra de Warhol.

Andy Warhol. "Sleep". 1963. Centro Pompidou. Metz.

También soy una mujer. Una coleccionista como Annette Messager. Ella colecciona juguetes perdidos e instrucciones de vuelo en sus viajes alrededor del mundo.

Había muchos juguetes perdidos en el "Marché aux Puces".




Allí compré dos ediciones antiguas de “L’amant” de Margarite Duras.

Tengo necesidad de tocar, de sentir. Annette Messager manipula pájaros muertos, les fabrica abrigos de croché y los llama “Le repos des pensionnaires”.

Annette Messager. "Le repos des pensonnaires". Centro Pompidou. Metz.

Yo colecciono todo lo que tocas si eres emocionante. Si me emocionas.

Tampoco ella sabe distinguir entre amor y pornografía, entre amor y erotismo. A mí, a Duras y a Messager nos cuesta distinguirlo.



Annette Messager. "Mes voeux". Centro Pompidou. París.

En el Barrio Latino, en Saint Germain-des-Prés, compré muchos cómics pornográficos-eróticos-románticos (no sé diferenciar).



No sé dónde colocar tantos libros. Quizás les reserve un hueco junto al “Diccionario cultural del vino” y “La nueva cocina andaluza del Tragabuches” para recordar que los amantes de la buena mesa follan poco. No me gusta la gente que se chupa los dedos en la mesa y se asquea en la cama.

Me gusta el body art. Aunque duela. Me gusta lo que hace Gina Pane en “Azione Sentimentale”. A veces, las mujeres enamoradas se clavan espinas de rosas en los brazos y cubren de pétalos sus pubis y suben descalzas escaleras con afilados clavos que le destrozan los pies. A veces, sólo esperan. A veces, ríen de gozo. A mí me gusta reír. A veces (cuando nadie me ve) también me clavo espinas.

Gina Pane. “Azione Sentimentale”. Centro Pompidou. París.

También me gusta lo que hace Sigalit Landau. Las espinas del aro en su cintura en “Barbed hula”.

Sigalit Landau."Barbed Hula". 1min. 48 s. Israel. 2002. Centro Pompidou. París.

http://vimeo.com/5470476

Las tres: Messager, Pane y Landau, me esperaban en el Pompidou de París para recordarme que también Je suis une femme.

En París también me enamoré de un hombre. Un vigilante de sala del Louvre. No dejó de mirarme mientras hacía la foto (Querido director de tesis: ahora entiendo por qué me gustan los museos. Gracias.)

Je suis un homme. Je suis une femme.